miércoles, 20 de agosto de 2008

La historia del coche fantasma

Hoy os paso una historia de miedo que he visto recientemente y me ha hecho gracia. Así, en las oscuras noches de verano, cuando os juntéis alrededor de una hoguera (bueno, una hoguera no, que no se puede hacer fuego... entonces, alrededor de una linterna), la podréis contar.

Poneros en situación, apagar la luz, bajar la música, y leed, leed...

La historia del coche fantasma

Ocurrió hace algún tiempo, y aunque parezca sacado de una película de Alfred Hitchcock, dicen que fue real y que pasó cerca del Pantano de Alarcón, en Cuenca.

Un hombre estaba parado a la orilla de la carretera a medianoche haciendo autostop, mientras estaba cayendo una tormenta tremenda. Pasó un buen rato bajo la lluevia, pero nadie se paraba para llevarlo. La tormenta era tan fuerte que apenas se alcanzaba a ver a unos tres metros de distancia.
De repente, vio como un coche con las luces apagadas se acercaba lentamente y al final se detuvo frente a él.

El hombre sin dudarlo, por lo precario de su situación, se sube al coche y cierra la puerta. Pero cuando mira hacia el asiento de al lado, se da cuenta, con asombro, de que nadie va conduciendo el coche.

De repente el coche arranca suave y pausadamente. El hombre comienza a escuchar voces que susurran algo que no entiende, y oye jadeos y quejidos, pero, no hay nadie. Mira hacia adelante, a la carretera y con horror se percata de que delante hay una curva.

Asustado, comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino. Aún no ha terminado de salir de su espanto cuando, justo antes de llegar a la curva, aparece una mano tenebrosa aparece por la ventana del conductor y mueve el volante lentamente pero con firmeza.
Paralizado por el terror y sin aliento, cierra los ojos y se aferra con todas sus fuerzas al asiento; inmóvil e impotente ve cómo sucedía lo mismo en cada curva del oscuro camino, y los quejidos y jadeos aumentan a cada momento, lo que le provocaba tal espanto que cada vez se acurrucaba más en el asiento.

De pronto escucha unas voces jadeantes que le dicen… "No te escondas, que te vemos..." "¿Por qué te escondes?"

Totalmente helado por el pánico, tras varios segundos sin atreverse a contestar, y ante la insistencia de las voces que le repetían lo mismo una y otra vez, responde…

- ¡Por favor no me hagáis nada!, ¡Por favor no!

A lo que escucha un voz ronca, fuerte y clara que le dice...

- ¿Que no te hagamos nada, cabrón? ¡Como no salgas del coche y empujes como los demás, te vamos a inflar a hostias!

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